Soy fiel creyente de que nuestras emociones no expresadas, las que nos guardamos por "costumbre" a callar nuestros sentimientos repercuten tarde o temprano en nuestra salud fisica. Y aquí comparto este artículo en el que hablan expertos del tema de las enfermedades que provocan entre muchos: el estrés, el rencor, etc.
Por desgracia nos falta mucha educación respecto a las emociones y a cómo saber expresarlas, cuántas veces hablamos de nuestros sentimientos?, cuántas veces preguntamos a alguien: cómo te sientes?
Estoy convencida de que si nos escucharamos a nosotros mismos más a menudo, una superior calidad de vida viviríamos. qué no?
Aquí el artículo que me pareció un buen pretexto para empezar a educar a nuestros hijos sobre lo que representa no expresar lo que sentimos o pensamos.
Los expertos estiman que el 25% de todas las patologías conocidas tienen una
base u origen psicosomático. "Son pacientes hiperfrecuentadores", afirma Manuel
Álvarez, médico internista y presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina
Psicosomática. Sufren y se sienten incomprendidos. En busca de la causa de su
mal, se les hace tantas pruebas y tratamientos que se calcula que al sistema
sanitario le cuestan nueve veces más que cualquier otro paciente, cuando en
realidad la medicina psicosomática debería ser muy barata. "Cuesta tiempo,
consiste en escuchar al enfermo", afirma Álvarez. "Una cosa es la demanda
expresada, y otra la situación que vive y que puede ser el origen de la
dolencia. De ahí que las visitas al paciente no puedan ser de 10 minutos, como
ocurre ahora", puntualiza.
El origen
Las enfermedades
psicosomáticas aparecen por emociones como la ansiedad, la ira o la angustia.
"Las emociones positivas nos generan sensación de alegría y de refuerzo, nos
hacen fuertes. Las negativas nos debilitan", explica Josep Maria Farré,
jefe del servicio de psiquiatría, psicología y medicina psicosomática de USP
Institut Universitari Dexeus.
Existe una somática positiva, con una
respuesta orgánica que mejora nuestra salud general, explica Farré. Enamorarse,
sentirse motivado por un trabajo o disfrutar de una buena comida estimulan la
misma zona del cerebro, el circuito placer-recompensa. Hacen que liberemos un
neurotransmisor, la dopamina, que genera esa sensación positiva que se traduce
en un bienestar general. También ocurre cuando somos amables, aunque la
situación que vivimos sea en principio negativa y estresante. Ante la
adversidad, con una actitud positiva también se obtiene una respuesta social
positiva, precisa Farré.
Pero cuando lo que ocurre en el entorno provoca
emociones negativas, la activación de nuestro cerebro cambia. Se liberan otro
tipo de neurotransmisores, como la noradrenalina o la serotonina. El cerebro los
necesita para muchas de sus funciones, pero en su cantidad adecuada. Cuando se
liberan en exceso, pueden acabar alterando el equilibrio de nuestro cuerpo y
provocar respuestas negativas. "Si no se resuelve la situación de emergencia
o la forma de afrontarla, la dolencia se cronifica", explica Farré.
La
forma en que se viven las situaciones y las emociones que las desencadenan
depende, en buena parte, de la personalidad de cada uno. Por eso, pasar por un
mal momento o que el entorno no acompañe no es suficiente para que todo el
proceso de somatización se desencadene.
Las personas extremadamente
competitivas, con poca empatía, los hipocondríacos o quienes no exteriorizan sus
sentimientos tienen más posibilidades de acabar dando salida a su malestar a
través de alguna dolencia. "La persona que sabe expresar sus
sentimientos tiene mucho ganado. Saber reconocer el origen de esa emoción es
clave para la salud", afirma Álvarez. "El 10% de los somatizadores
niegan que el origen de su dolencia sea psicológico, y eso es un problema",
observa Farré.
También influye la genética. Quienes tienen el corazón más
débil pueden acabar padeciendo un infarto. Lo mismo ocurre con el sistema
digestivo, o con el dolor de espalda. Sin olvidar las disfunciones sexuales. Aún
no se sabe bien hasta qué punto el órgano a través del que se somatiza depende
de la genética o de otros factores. Algunos estudios apuntan, por ejemplo, a una
conexión entre el desequilibrio en la producción de neurotransmisores y el
sistema inmune. Otros indican una estrecha ligazón entre la piel y el cerebro,
incluso desde el vientre materno, según explica Farré. En sus orígenes, el
embrión está formado por tres capas: endodermo, mesodermo y ectodermo. De esta
última se originan la piel y el sistema nervioso. Algunas teorías atribuyen a
esta relación que lo que ocurra en el cerebro pueda acabar manifestándose en la
piel, dice Farré.
La crisis
La vida de numerosas personas
ha sufrido cambios importantes e indeseados debido a la crisis. Mucha gente no
ha tenido más remedio que asumir una nueva vida. De hecho, en los
últimos dos años, las enfermedades psicosomáticas han aumentado entre un 30% y
un 40%, según estima Álvarez. "Son personas que tienen que adaptarse a
una nueva situación: a las que se ha despedido del trabajo, o que trabajan bajo
presión para no ser el siguiente en las reducciones de plantilla, o que tienen
que dar más horas para suplir la falta de otros", explica el
especialista.
Las personas que toleran mal los cambios sufren más el estrés y
la frustración, y por tanto pueden acabar traduciéndolos con mayor facilidad en
problemas de salud. Como un pez que se muerde la cola, la personalidad de cada
uno hace que el modo de afrontar una nueva situación difiera.
Las
enfermedades psicosomáticas se forjan dentro de un cuadrilátero, formado por "el
sistema nervioso, el sistema hormonal, el sistema inmunológico y la personalidad
del propio individuo", explica Antoni Bulbena, jefe del servicio de psiquiatría
del hospital del Mar de Barcelona y vicepresidente de la Asociación Europea de
Psiquiatría de Enlace y Psicosomática.
Hay estudios comparativos que
demuestran que personas que han padecido un infarto y que físicamente se
recuperan de forma excelente vuelven a padecer otro si su personalidad no
propicia una respuesta adaptativa ante la nueva situación. En definitiva, los
especialistas creen que el binomio cuerpo-mente debería aplicarse a toda
patología, ya que la somatización también puede hacer que el curso de algunos
pacientes ya enfermos empeore.
La dificultad para adaptarse a lo nuevo
explicaría por qué a algunas personas el inicio de las esperadas vacaciones no
les sienta bien. Son un cambio de ritmo que modifica nuestros referentes de
orientación. "Nuestra vida artificial y agendada cambia, no a todo el mundo le
sienta bien el desconectar. Hay quien se queda desprogramado y su cuerpo
responde quedándose entonces demasiado desconectado", explica Bulbena.
¿Cómo
lo somatiza? "Con agotamiento, fatiga y falta de motivación. Hay quien se queda
en hibernación, pasando dos días en la cama", añade. ¿La solución?
"Esta desconexión del medio laboral debería cambiarse por una
conexión con uno mismo. Estamos muy programados para responder a un entorno
concreto, pero no para conectar contigo mismo", afirma
Bulbena.
Aunque no existen estudios concluyentes, algunos especialistas
apuntan a que la percepción popular de que al empezar las vacaciones se enferma
más podría ser cierta. Los cambios de ritmo también afectan al sistema inmune.
Por ejemplo, se sabe que las personas que en su trabajo cambian de turno tienen
una mayor tendencia a padecer enfermedades del sistema inmune, apunta Bulbena.
No solo se altera su reloj biológico, sino que el estrés que genera contribuye
al desequilibrio de las defensas.
Álvarez augura que, desde el punto de vista
de la medicina psicosomática, la crisis también puede hacer que las "no
vacaciones" de muchas personas acaben en somatizaciones. Se refiere a ellas como
"las vacaciones de la frustración". La ira que provoca el tener que quedarse en
casa cuando no se necesita descanso es el caldo de cultivo para las enfermedades
psicosomáticas.
A ello hay que sumar el malestar acumulado por la precariedad
laboral. Las personas que pierden su trabajo pueden manifestar somatizaciones.
Pero tener la espada de Damocles sobre la cabeza también. Algunos estudios
indican que quienes se preocupan demasiado por la posibilidad de perder su
puesto de trabajo tienen un peor estado de salud y más síntomas de depresión que
los que están en paro.
Las más frecuentes
La enfermedad
psicosomática más típica y abundante es el colon irritable, afirma Bulbena.
Otras son la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares, sobre todo el
infarto y el asma.
Del mismo modo, la mayoría de enfermos empeoran cuando sus
emociones son negativas. En la fibromialgia, el estado de ánimo resulta
fundamental. Las personas con VIH deprimidas y ansiosas tienen un peor
pronóstico. "Somos una máquina que interacciona. Si a un enfermo que padece
alguna enfermedad como un cáncer lo tratas con antidepresivos, vive más tiempo.
La propia depresión tiene efectos inflamatorios, una depresión mal tratada
desemboca en otros problemas fisiológicos", observa Bulbena. Los especialistas
coinciden en que la medicina psicosomática, pese a ser minoritaria, debería
tenerse más en cuenta en la práctica médica.
vía El País.
martes, 15 de mayo de 2012
Cuando la mente enferma a nuestro cuerpo....
Posted by Unknown on martes, mayo 15, 2012
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